Juan Manuel Sanguinetti.
No voy a hablar del currículum excelente de Boris Hidalgo, sino del hombre sencillo y carismático que conocí hace pocos años en las tertulias del museo Alberto Arvelo Torrealba.
A todos sonreía y buscaba conversación, muy orgulloso de su origen humilde, nacido en el centro de la ciudad, pero en una casa humilde al lado de un caño, que de vez en cuando se rebosaba.
Por esa razón su familia emigro al centro del país, y en el caso de Boris lo lograron.
Volvió como profesor de la Unellez y dejó un legado.
Para nosotros deja un vacío que tardará mucho en sanar, porque fue un hombre formado tanto en lo académico como en lo intelectual.
Su cuerpo será enterrado, pero su alma irá al panteón de barineses ilustres, de esos que amaron su tierra.
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